Cada naufragio y cada golpe de mar que se
lleva la vida de un pescador dejan detrás un inmenso vacío. Hay familias que necesitan
un lugar donde llevar flores, donde recordar a la persona ausente. Pero muchas
leyes no permiten crear una tumba donde no haya un cadáver, y de esa necesidad
surgieron los cementerios sin cuerpos. No es una idea nueva; los cementerios simbólicos en Chile nacieron
en el siglo XVII, tienen sus raíces en las tradiciones de los indígenas
lafkenches, que se mezclaron con las de los cristianos criollos.
En su tradición original, había una isla
llamada Mocha (mencionada por Herman
Melville en su Moby Dick) donde
las almas de los muertos llegaban a lomos de ballenas, y desde ahí partían al
otro mundo. Luego esos relatos se mezclaron con los que traían los pescadores
cristianos. Ambos pueblos habían hecho entierros simbólicos para tener un lugar
físico donde visitar a los difuntos, rendirles recuerdo, donde buscar su
presencia.
Los cementerios simbólicos de Chile son los únicos lugares del mundo
donde los familiares de los desaparecidos en el mar tienen un espacio material
donde dejar flores, mirar una lápida, comentar lo que se quedó sin decir, hacer
un poco menos dura la ausencia.
Texto completo en la edición 191 de la revista Acusub: Acusub 191