Era 1938, en plena guerra civil española. La
República necesitaba fondos. El bando franquista emitía sellos con cada batalla
ganada y conseguía dinero por la novedad y por las circunstancias de la
impresión. Los republicanos se pusieron en contacto con filatélicos
estadounidenses para idear un sistema propio filatélico que tuviera un valor al
alza y generara ingresos.
De las islas Baleares sólo Menorca seguía siendo republicana, pero estaba sitiada por mar y aire e incomunicada, con el añadido de que faltaba moneda para los intercambios comerciales y se estaban usando sellos y monedas de necesidad. La isla sólo recibía noticias a través de las emisiones de radio de la BBC. Y se decidió hacer un viaje submarino de correos entre Barcelona y Mahón (Menorca), a propuesta de Arturo Fernández Noguera, director de la Agencia Filatélica Oficial. Tendrían un doble aliciente: serían los primeros sellos de una nueva modalidad de correo, el submarino, y además habrían roto el cerco sobre la isla, con lo que los sellos tendrían un gran valor filatélico.
Se juntaron temas de guerra, temas de dinero, temas de filatelia, de estrategia... y acabada la guerra, el submarino tuvo un final absurdo y no aclarado.
Texto completo en la sección Cajón de Buzo de la revista Acusub de noviembre de 2018: Acusub 190
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