Los casos de terrorismo suicida producen un gran rechazo social en las sociedades donde suceden. Una vez pasado el primer impacto y las brutales consecuencias, se vuelve poco a poco a gestionar el día a día y surge el primer tema delicado: ¿qué se hace con el cadáver del terrorista? ¿Quién se hace cargo de los restos del que mató a tantos inocentes?
Hay comunidades que no lo quieren en su suelo, por el daño que causó, o porque creen que es indigno. O porque temen que se convierta en un peligroso santuario. Otros creen que todo el mundo tiene derecho a sepultura.
El reportaje completo fue publicado en el blog personal Dèria y en el periódico 20 minutos
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